Barroco

 

El equilibrio y el orden renacentista dan paso a un arte desmesurado, asimétrico y efectista, característico de Europa y de sus territorios colonizados en los siglos XVII y XVIII. El estilo barroco inicial convivirá con otras formas de expresión de tipo clasicista, naturalista o realista, que apuntarán al final del periodo hacia el arte más sosegado del neoclasicismo.

La inestabilidad, la tensión, la teatralidad, el contraste violento, el individualismo que encontramos en las obras barrocas tienen su origen en una realidad social y espiritual en continua crisis. En el arte todo es exagerado: las posturas, el movimiento y las expresiones de los personajes, los colores (fuertes y contrastados), el claroscuro, los espacios. El realismo alcanza su cenit con unos artistas que dibujaban de forma magistral y que se preocupaban, incluso, por representar la atmósfera de las escenas.

La pintura barroca española padece el hermetismo social y la omnipresencia eclesiástica, por lo que los únicos clientes son la iglesia y la corte (no existe una identidad de clase burguesa). Los temas se reducen, así, a la iconografía cristiana y los retratos aristocráticos y reales, con la excepción de Velázquez, que puede tratar temas profanos. El naturalismo del barroco español busca aproximar la fe y el dogma a los fieles con un lenguaje directo, intimista y emotivo. Se trata, en efecto, de un realismo instrumentalizado por la iglesia católica.

San Jerónimo, de José de Ribera

San Jerónimo

 

San Pedro Nolasco, del obrador de Zurbarán

San Pedro Nolasco

 

San José, de José Camarón

San José